viernes, 19 de enero de 2007

¿QUE ES OJO DE VIDRIO?



OJO DE VIDRIO es un volumen compilatorio de cómics de corte experimental que cuenta con un prólogo a cargo de Iván Pinto y una lectura teórica a cargo de Udo Jacobsen.

En él colaboran 19 autores (16 chilenos, 3 invitados internacionales) procedentes de distintas vertientes de la creación artística, cuestión que se hace evidente en cada uno de los estilos y métodos que los participantes desarrollan. En la revista se pretende exaltar los recursos de la novela gráfica, en el que se explora un lenguaje cruzado por referentes literarios y plásticos.

CRITERIOS

Por sobre realizadores que trabajasen un cómic industrial o que se movieran dentro de un ghetto específico –a lo que tiende el micromundo del cómic chileno–, nos interesaba especialmente elegir realizadores que, por un lado, mezclaran el cómic con alguna otra disciplina y, por otro, que estuvieran haciendo algún tipo de innovación dentro del género (a esto último punto se refiere el texto introductorio de Udo Jacobsen).

Otro criterio que se utilizó fue la transversalidad autorial: dentro de los nombres que se compilan hay quienes trabajan con estructuras relativamente lineales y otros que tensionan el aparataje secuencial; hay autores que trabajan en medios masivos y otros que han venido sacando fanzines durante mucho tiempo en circuitos muy marginales; algunos llevan mucho tiempo y otros son más nuevos; algunos se encuentran de visita en el cómic, mientras otros concentran su producción específicamente en este género; hay gente que proviene del graffiti y otros de las artes visuales, etcétera. De y en esa gama de contrastes se produce y se encuentra el cómic, como género específico y como producto cultural de la actualidad.

Lo que nos llamó la atención en la composición de Ojo de vidrio son las características particulares de las selección con respecto a lo que se entiende usualmente por cómic –no precisamente Tintín y Condorito–, como también la distancia y cercanía que se podría establecer entre lo que sucede en otras fronteras nacionales, como es el caso del cómic independiente norteamericano, europeo o argentino. Esto último no lo digo gratuitamente: las filiaciones posibles de establecer a partir de los tres invitados internacionales con que cuenta el libro –dos argentinos, Max Cachimba y Ezequiel García, y un español, Sergi Sánchez– en relación a lo producido localmente, representado en el grueso del libro, no son pocas. En el caso argentino, producciones independientes como Lapiz japonés y El tripero –dónde nuestros autores invitados han participado– tienen en común con Ojo de vidrio una opción decididamente experimental. Y en el caso español, revistas como Nosotros somos los muertos o El Víbora marcan la pauta de una producción dónde el cómic de Sergi Sánchez puede enmarcarse fácilmente a partir de sus opciones estéticas y narrativas.

Una tercera relación de distancia y cercanía se podría establecer con los autores de cómic chilenos de la generación anterior, pero eso daría para otro prológo, aunque es posible deducir lineamientos a partir del estudio introductorio de Udo Jacobsen.

Ahora bien, creo que hay un par de elementos que hacen específico y único a Ojo de vidrio: en primera instancia, el hecho de ser un compilado de cómics actuales y de tendencia experimental. A diferencia de publicaciones antológicas sobre un autor o un personaje, este libro surge a partir de un criterio de producción desde donde se invita a determinados autores a trabajar con libertad creativa. No se exigieron ni viñetas, ni guiones, ni personajes, todos elementos que se suelen incluir en los cómics. También existe apertura en el aspecto temático, y con ello una ausencia de censura política. A su vez estas obras son enmarcadas por un análisis teórico, en la introducción de Udo Jacobsen, acaso el único teórico chileno del cómic. Lo que nos interesa es que el cómic alcance un estatuto de circulación diferente. Esta es una de las especificidades de Ojo de vidrio.

El tipo de catastro de esta compilación fue amplio, pero a su vez particular. Para hablar de esa particularidad tendríamos que tener en cuenta la revista de cómics que publicaba en su colegio Tomás Cohen, el fanzine Niktalope de Cristina Arancibia, los graffitis de Tenam, los trabajos de Carlos Reynoso con su banda de rock experimental Mostro, o la vanguardia del colectivo artístico Kiltraza, sólo por mencionar algunos de esos gestos de los cuales está compuesto este libro (y a los que ha querido homenajear).

En el contexto local, Ojo de vidrio simplemente responde a la necesidad de dar continuidad a la producción de cómic, para volverlo material y visible. Considerando la lamentable y traumática desaparición de revistas como Trauko, Bandido, Matucana o Ácido –sólo por nombrar algunas–, y el bajón de producción nacional durante las décadas de los 90 y 2000 –a excepción de intentos industriales como las revistas Diablo o Plop!, y sin incluir los proyectos auspiciados por el suplemento juvenil Zona de contacto, de El Mercurio–, se hace saludable que el cómic esté intentando encontrar un espacio, ahora, dentro del contexto de los libros; es decir, con dirección a un público de consumo cultural. A un género marginal como el cómic siempre se le ha negado la posibilidad de ser analizado seriamente por la diversa doxa académica, la posibilidad de ser considerado no sólo como una entretención que pueda pasar de moda para el público masivo. Por suerte acá y en todos lados surge siempre alguna obra lo suficientemente importante como para hablar por todas las que no logran aparecer en la superficie. Hablo de cómics como Maus, de Art Spiegelman –libro analizado por intelectuales como Umberto Eco y Susan Sontag–, y de otros más recientes como Persépolis, de Marjane Strapi,

No quiero ser arrogante: este libro no es el único intento, ni –esperamos– el último. Estos no son los únicos autores, ni tampoco quiero negar la existencia de una infinitud de micro publicaciones chilenas en los últimos años. El trabajo de las ya mencionadas revistas de la década de los 90 fue excepcional para abrir espacios a autores locales, y ya en años más recientes –en formato fanzine y distribución muy marginal– están la citada Kiltraza –donde publicaron algunos de los autores reunidos en Ojo de vidrio–, La dispersión del afeKto, mini librito editado por Carlos Reyes, La ruta de los Arcanos, de Ergocomics, y como caso aparte los trabajos publicados lujosamente por Rodrigo Salinas, por mencionar algunos. En la actualidad hay bastantes proyectos de revistas de cómic que es correcto mencionar, entre ellas Informe meteoro, Caleuche y Futuro cómics.
El paso desde las condiciones de producción de cómics del pasado a las actuales algo nos habla de un país que, en parte, ha ido cambiando sus criterios de recepción. Y algo pasó, a su vez, fuera del ámbito estricto de los cómics. Para quien tenga dudas puede revisar que revistas de orígenes y lugares tan disímiles como Zona 84, Cimoc, Trauko o Fierro desaparecieron por la misma época. (…)
(Del prólogo)

PARTICPANTES:
RODRIGO SALINAS- MAX CACHIMBA(ARG)- RODRIGO ADAOS- JESSICA ESPINOZA- EZEQUIEL GARCÍA (ARG) – ROBERTO CONTADOR- ELISA HORMAZÁBAL- CARLOS REYES- RICARDO VEGA- FRANCISCO “PAPAS FRITAS”- IVÁN PINTO- TOMÁS COHEN- CRISTINA ARANCIBIA- PABLO TENAM- SERGI SÁNCHEZ (ESP)- NICOLÁS PEREZ DE ARCE- JORGE OPAZO- JOAQUÍN COCIÑA- CARLOS REYNOSO

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